martes, 28 de septiembre de 2010

No puedo quejarme



Estoy con pocos amigos y los que hay
suelen estar lejos y me ha quedado
un regusto que tengo al alcance de la mano
como un arma de fuego. La usaré para nobles
empresas: derrotar al enemigo– salud
y suerte–, hablar humildemente
de estas posibilidades amenazantes.

Espero que el rencor no intercepte
el perdón, el aire
lejano de los afectos que preciso: que el rigor
no se convierta en el vidrio de los muertos; tengo
curiosidad por saber qué cosas dirán de mí; después
de mi muerte; cuáles serán tus versiones del amor, de estas
afinidades tan desencontradas,
porque mis amigos suelen ser como las señales
de mi vida, una suerte trágica, dándome
todo lo que no está. Prematuramente, con un pie
en cada labio de esta grieta que se abre
a los pies de mi gloria: saludo a todos, me tapo
la nariz y me dejo tragar por el abismo.


Paco Urondo

4 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

...y me dejo tragar por el abismo.

No había leído nada de él.

Que fuerte.

Besos.

interpreta-sones dijo...

tremendo epitafio. áspero. genial.

DANI dijo...

La vida es un terremoto al fin y al cabo. Grietas y abismos a los que lanzarse.

Que bueno.

Besos miedosos

Ginebra dijo...

Pues siempre he sentido curiosidad por saber qué se dice de nosotros cuando morimos... suele hablarse bien de los muertos, pero a veces es falso, como casi todo, Gabriela.
Bonito poema. Besos en la distancia!