domingo, 27 de enero de 2008

Ángel caído del cielo,

con espada templada por el fuego sagrado,

vienes,

a arrasar con las almas descreídas,

aquellas que no se atreven a volar.

Tus inmensas alas,

producen un viento fulminante,

te desplazas, como dueño del firmamento,

arremetiendo con piedad,

a los cobardes que no saben de entrega ni de honor

y en un gesto de generosidad,

los liberas de su mediocridad,

y sin embargo,

tu corazón esperanzado y tierno anda buscando el error,

aquel alma que no merezca al verdugo.

Y la delicia en la posibilidad de encontrarlo,

entre tantas almas desposeídas del don.

Un alma que no merezca tu espada,

sino tus alas, tu cálido vuelo

un alma iluminada,

que pusiera fin a tu tarea.

Te entregara la verdad en bandeja,

que el Amor, no era sólo una palabra

Gabriela - abril 2005

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