domingo, 27 de enero de 2008


El arbol y el bosque


Como si lo viera fuera de mí, voy, a través de un bosque sombrío, solitario, oscuro en sus profundidades, va tragándome, mis pasos van lentos pero certeros, mi cuerpo es diferente en cada movimiento, y sin pausa; me dejo envolver, la noche tiene las respuestas que hace mil años vengo buscando, la madera me reconoce y siento que estoy hecha de esa misma materia, ser como esos añosos seres, que pueden aprender, sin correr, sin hablar, tantas inutilidades…

El encanto de la quietud, del silencio riguroso, como no aprender su ciencia, y como un asceta, encontrar en ellos el maestro que necesito, que abra mi mente y mi alma. Ser sin ser percibidos.

Dejar de enredarme en complicadas mentiras que sólo teje mi mente, para probar si soy capaz de resistir. El viento los mece, y un silbido adormecedor me subyuga, armonía natural, y volver al sino, donde el equilibrio es todo.

Y ser parte en una profunda perfección.

Verde, mis manos, y mis ojos, comienzo una asombrosa trasformación, elegir de nuevo, un cuerpo que contenga este ser que soy, y hoy no puede liberarse…

Extender hacia el cielo mis brazos, sentir la tierra en mis pies, dejarme entrar a la profundidad, entregar mi simpleza, situarme con los otros, en su generosidad.

Uno más en el bosque.


Gabriela-2005

Ángel caído del cielo,

con espada templada por el fuego sagrado,

vienes,

a arrasar con las almas descreídas,

aquellas que no se atreven a volar.

Tus inmensas alas,

producen un viento fulminante,

te desplazas, como dueño del firmamento,

arremetiendo con piedad,

a los cobardes que no saben de entrega ni de honor

y en un gesto de generosidad,

los liberas de su mediocridad,

y sin embargo,

tu corazón esperanzado y tierno anda buscando el error,

aquel alma que no merezca al verdugo.

Y la delicia en la posibilidad de encontrarlo,

entre tantas almas desposeídas del don.

Un alma que no merezca tu espada,

sino tus alas, tu cálido vuelo

un alma iluminada,

que pusiera fin a tu tarea.

Te entregara la verdad en bandeja,

que el Amor, no era sólo una palabra

Gabriela - abril 2005

Oliverio, la primera va en tu honor

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A unos les gusta el alpinismo. A otros les entretiene el dominó. A mi me encanta la transmigración.

Mientras aquellos se pasan la vida colgados de una soga o pegando puñetazos sobre una mesa, yo me lo paso transmigrando de un cuerpo a otro, yo no me canso nunca de transmigrar.

Desde el amanecer, me instalo en algún eucalipto a respirar la briza de la mañana. Duermo una siesta mineral, dentro de la primera piedra que hallo en mi camino y antes de anochecer, ya estoy pensando noche y las chimeneas con el espíritu de un gato.

¡Qué delicia la de metamorfosearse en abejorro, la de sorber el polen de las rosas! ¡Qué voluptuosidad la de la tierra, la de sentirse penetrado de tubérculos, de raíces, de una vida latente que nos fecunda…y nos hace cosquillas!

Para apreciar el jamón ¿no es indispensable ser chancho? Quién no logre transformarse en caballo ¿podrá saborear el gusto de los valles y darse cuenta de lo que significa “tirar del carro”…

Poseer una virgen es muy distinto a experimentar las sensaciones de la virgen mientras la estamos poseyendo, y una cosa es mirar el mar desde la playa, y otra contemplarlo con ojos de cangrejo.

Por eso a mi me gusta meterme en las vidas ajenas, vivir todas sus secreciones, todas sus esperanzas, sus buenos y sus malos humores.

Por eso a mi me gusta rumiar la pampa y el crepúsculo personificado en una vaca, sentir gravitación y los ramajes con un cerebro de nuez o de castaña, arrodillarme en pleno campo, para cantarle, con una voz de sapo a las estrellas.

¡Ah, el encanto de haber sido camello, zanahoria, manzana, y la satisfacción de comprender, a fondo, la pereza de los remansos…y de los camaleones!...

¡Pensar que durante toda la existencia, la mayoría de los hombres no han sido no siquiera una mujer!....¿Cómo es posible que no se aburran de sus apetitos, de sus espasmos y que no necesiten experimentar, de vez en cuando, los de las cucarachas…los de las madreselvas?

Aunque me he puesto, muchas veces, un cerebro imbécil, jamás he comprendido que se pueda vivir eternamente, con un mismo esqueleto y un mismo sexo.

Cuando la vida es demasiado humana-¡únicamente humana! –el mecanismo de pensar -¿no resulta una enfermedad más larga y más aburrida que cualquier otra?

Yo, al menos tengo la certidumbre que no hubiera podido soportarla sin esa aptitud de evasión, que me permite trasladarme adonde yo no estoy: ser hormiga, jirafa, poner un huevo, y lo que es más importante aún, encontrarme conmigo mismo en el momento en que había olvidado, casi completamente mi propia existencia.

Oliverio Girondo-Espantapájaros-1932.