Ella siempre encuentra que alguien le lama las heridas,
así, en el borde ligero del dolor,
manipula su mundo y el deseo de los otros.
Debajo de su piel, una miel imposible de dejar pasar,
lo sabe.
En el rabillo del ojo, tiene ese brillo, que incita,
provoca, sin malicia, sin piedad, al más incauto de los bienhechores.
Ella en un gemido silencioso perturba,
sin conciencia, un estremecimiento,
doblegara su médula
y al contornearse, la herida se abrirá,
mezcla de dolor, placer, propio,
también lo dará.
Sin precio, paga después.
Pagan todos después, ella necesita su herida.
Alguien cerca necesita cumplir con el héroe,
salvarla del dolor.