Brillante tarde de sol, caminaba por la orilla del lago, mientras rumiaba mi idea de zambullirme, me resultaba tan tentador, y se veía extraordinariamente luminoso en su hondura.
Me quite la ropa; me animaba y desanimaba como una marea.
Él contraste climático del verano y el agua de deshielo.
De pronto recordé esa palabra, "acecharse" motivarse en extremo, ir, desafiar la rigidez que me condicionaba.
Inhale lentamente, y corrí.
Corrí chapoteando sin pensar, mas.
Tomé envión y me sumergí.
Sentí todo, el frío, la transparencia, el brillo solar ligeramente distorsionado, el bosque que hacía de marco desde la profundidad, las altas cumbres, y la pequeñez latiendo en mi pecho.
Casi dejando de sonar, esa vez creí que moría.
Quietud total, cerré los ojos, e hice pie, un impulso desmesurado me llevo a la superficie.
Una bocanada de aire resucitador me conmovió.
Abrupta felicidad me transformó.
Claramente, hay cosas que hay que animarse a hacer