Hagamos un experimento. Tome una piedra.
Imagínese que
representa el objeto al que usted se aferra.
Enciérrela con su puño, bien
apretado
y extienda su brazo con la palma de la mano hacia el suelo.
Si ahora
abre el puño o afloja su presa,
perderá aquello a lo que se aferra.
Por eso lo está apretando.
Pero hay otra posibilidad:
puede usted soltar la piedra y aún así conservarla.
puede usted soltar la piedra y aún así conservarla.
Con el brazo todavía extendido,
vuelva ahora la mano hacia
arriba de forma que quede la palma hacia el cielo.
Abra la mano, la piedra aún
sigue en su mano.
Ha dejado de aferrarse.
La piedra sigue siendo suya, aún con
todo ese espacio que la rodea.
Así pues, podemos disfrutar sin aferrarnos.
(Tenerte es así, sin tenerte....)