añoso, con su corteza herida,
el tiempo, el mundo,
en su profundidad intacto.
Su raíz lo sostiene como un bastión.
Lo nutre, lo equilibra,
brota verde, vital, sereno.
Desde mi parece que llega al cielo.
El sabe,
sabe unir los extremos
conoce su esencia.
Silencioso.
Sólo al viento susurra su saber.
Plácido, llega a mi.
4 comentarios:
Me cambiaría por un árbol gigante y frondoso lejos de los humanos.
Besos.
te ha quedado antoniomachadiano total... magnífico!
El viento nos conoce, desde toda perspectiva, como si fuésemos árboles expuestos a su caricia o su furia. Un abrazo.
Después de los caballos, son los árboles los seres vivos que más amo, a veces por encima de las personas (no todas merecen ser queridas).
Me gustó tu homenaje al árbol.
Besos
Publicar un comentario