Golpea insistente contra las ramas tratando resistir.
Azota y su fuerza embate sin miramientos todo a su paso.
Lluvia deseada, sacudida en remolinos violentos y brumosos.
Golpea y ese ruido ensordece y confunde.
No calma, mas fuerte.
Mitiga la locura de los hombres citadinos.
Correr, sin rumbo, perderse.
La naturaleza es hábil para lanzar al hombre dentro de él.
Lo empuja, y mientras lo hace,
es sabia consejera.
La ciudad no entiende.
Mas tarde, en despojos, se recoje,
y guarda el silencio sanador.
Invita al hogar.
Muda sabiduría.
2 comentarios:
El final es un candado perfecto... Un abrazo.
Que frágiles somos... en todos los sentidos.
Besos.
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